La falta de lluvias, la sequía, la poca humedad, el viento y -como en la mayoría de los casos-, el factor humano desencadenaron una de las peores catástrofes ambientales de la provincia de Misiones.
Los incendios que arrasaron áreas protegidas como la Reserva de Biósfera Yabotí, el Cuñá Pirú y el Teyú Cuaré llevaron con su paso vegetación nativa de cientos de años y ocasionaron la lamentable pérdida de innumerables animales que habitaban en su poblada superficie. Hubo además más de 50 focos de incendio en toda la provincia y fueron más de diez los municipios que se vieron afectados por las llamas y varias familias tuvieron que ser evacuadas porque sus casas corrían peligro.
Al frente de la batalla, cara a cara con el fuego, estuvieron siempre ellos, los bomberos voluntarios que combatieron incansablemente para evitar que las llamas siguieran su curso y se salieran de control. A su lado, cientos de vecinos de las localidades se unieron en la peligrosa hazaña para salvar la selva misionera.
Asimismo, dotaciones de Bomberos y móviles de otros municipios se sumaron a los camaradas de las zonas más calientes, como en el Yabotí donde llegaron a trabajar codo a codo más de 300 personas.
Combatir un fenómeno tan hostil como el fuego requiere de una logística y organización bien trazada que en Misiones se desarrolló en conjunto entre Protección Civil y Bomberos Voluntarios. La administración de los móviles, materiales de trabajo, división de los grupos de tareas para cubrir las áreas afectadas y hasta proveer de hidratación del personal son fundamentales, sobre todo porque el trabajo es permanente.